Cumbre de Líderes sobre Refugiados

President Obama addresses the United Nations General AssemblyHoy en día, una nación rodeada por muros solo se encerraría a sí misma. Así que la respuesta no puede ser un simple rechazo a la integración global.  En lugar de eso, debemos trabajar unidos para asegurarnos de que los beneficios de dicha integración se compartan de forma amplia, y que se aborden completamente las interferencias — económicas, políticas y culturales — causadas por la integración.

Un mundo en el cual el uno por ciento de la humanidad controla más riqueza que el otro 99 por ciento nunca será estable.  Comprendo que las brechas entre ricos y pobres no son nuevas, pero igual que el niño en un barrio marginado hoy puede ver el rascacielos cercano, la tecnología le permite ahora a cualquier persona con un teléfono inteligente ver cómo viven los más privilegiados entre nosotros, y el contraste entre sus propias vidas y las de los demás.  Entonces las expectativas se elevan, más rápido de lo que los gobiernos pueden proveer, y una sensación generalizada de injusticia socava la fe del pueblo en el sistema.

Pero creo que hay otro camino, uno que impulsa el crecimiento y la innovación, y ofrece la ruta más clara para la oportunidad individual y el éxito nacional.  No requiere de sucumbir a un capitalismo sin alma, que solo beneficia a unos cuantos, sino más bien reconoce que las economías son más exitosas cuando cerramos la brecha entre ricos y pobres, y el crecimiento se fundamenta en una base amplia. Y eso significa respetar los derechos de los trabajadores, de manera que puedan organizarse en sindicatos independientes y ganar un salario digno.  Esto significa invertir en nuestra gente — sus habilidades, su educación, su capacidad para tomar una idea y convertirla en un negocio.  Significa fortalecer la red de seguridad que protege a nuestra gente de la adversidad y les permite tomar más riesgos — buscar un trabajo nuevo o empezar un nuevo negocio.

Y así como nos beneficiamos al combatir la desigualdad dentro de nuestros países, creo que las economías avanzadas aún necesitan hacer más para cerrar la brecha entre los países ricos y pobres alrededor del mundo.  Esto es difícil políticamente hablando.  Es difícil gastar en asistencia al extranjero.  Pero no creo que esto sea caridad.  Por la pequeña fracción de lo que gastamos en la guerra con Iraq, podríamos apoyar instituciones de manera que los estados frágiles no colapsen en primer lugar, e invertir en economías emergentes para que se conviertan en mercados para nuestros productos.  No es solo lo correcto, es lo más inteligente.

Y es por eso que necesitamos llevar a cabo nuestros esfuerzos por combatir el cambio climático.  Si no actuamos con audacia, la factura que pagaremos será la inmigración masiva, ciudades sumergidas, países desplazados, fuentes de alimentos diezmadas y conflictos producto de la desesperación.  El Acuerdo de París nos da un marco para actuar, pero solo si escalamos nuestra ambición.  Y debe haber una sensación de urgencia para poner el acuerdo en vigor, y ayudar a los países más pobres a pasar por alto las formas destructivas de energía.

Así que, para los países más ricos, un Fondo Verde para el Clima debe solo ser el principio.  Necesitamos invertir en investigación y proporcionar incentivos de mercado para desarrollar tecnologías nuevas, y luego hacer que estas tecnologías estén al alcance y sean costeables para los países más pobres.  Y solo entonces podemos seguir apoyando a que la gente supere la pobreza sin condenar a nuestros hijos a un planeta que sobrepase su capacidad de repararlo.

Creo que el camino de la verdadera democracia sigue siendo el mejor.  Creo que en el siglo 21, las economías solo pueden crecer hasta cierto punto hasta que necesiten abrirse — porque los empresarios necesitan acceder a la información para poder innovar; los jóvenes necesitan de educación global para tener éxito; los medios de comunicación independientes necesitan inspeccionar los abusos de poder.  Sin esta evolución, en última instancia, no se cumplirán las expectativas de las personas; aparecerá la supresión y el estancamiento. Y la historia demuestra que a los hombres fuertes se les dejan dos caminos: medidas represivas permanentes, que desencadenan conflictos en casa, o convertir a enemigos en el extranjero en chivos expiatorios, lo que puede conducir a la guerra.

En Europa, el progreso de aquellos países que se encontraban en el anterior bloque soviético y que adoptaron la democracia contrasta claramente con aquellos que no lo hicieron.  Después de todo, la gente de Ucrania no tomó las calles debido a un complot impuesto desde el extranjero.  Tomaron las calles porque su dirigente estaba a la venta y ellos no tenían a quien recurrir.  Ellos demandaban un cambio porque vieron que era mejor la vida de las personas en los países bálticos y en Polonia, sociedades que eran más liberales, democráticas y abiertas que la suya.

Así que aquellos de nosotros que creemos en la democracia, necesitamos expresarnos enérgicamente, porque tanto los hechos como la historia, creo, están de nuestro lado.  Eso no significa que las democracias estén libres de errores.  Significa que la cura para lo que aqueja a nuestras democracias es una mayor participación de nuestros ciudadanos.

Debemos rechazar cualquier forma de fundamentalismo, racismo o creencia en una superioridad étnica que haga que nuestras identidades tradicionales sean irreconciliables con la modernidad.  En cambio, debemos adoptar la tolerancia que proviene del respeto de todos los seres humanos.

Es obvio que la integración global haya conducido a una colisión de culturas. El comercio, la migración, internet; todas estas cosas pueden plantear desafíos y desestabilizar nuestras más preciadas identidades.  Vemos que las sociedades liberales se expresan en contra cuando las mujeres eligen cubrirse.  Vemos protestas en respuesta a las viñetas de los periódicos de occidente que caricaturizan al Profeta Mahoma.  En un mundo que dejó atrás la Era del Imperio, vemos a Rusia intentando recuperar la gloria perdida mediante la fuerza.  Las potencias asiáticas debaten reivindicaciones históricas antagónicas.  Y en Europa y los Estados Unidos, se puede ver que las personas viven con preocupación por la inmigración y el cambio demográfico, y sugieren que, de alguna forma, la gente que ve las cosas de diferente manera está corrompiendo la naturaleza de nuestros países.

Ahora bien, no existe una salida fácil para resolver todas estas fuerzas sociales y debemos respetar el significado que sus propias tradiciones (religión, identidad étnica, sentido de la nacionalidad) tienen para las personas.  Aunque no creo que el progreso sea posible si nuestro deseo de preservar nuestras identidades da lugar a un impulso por deshumanizar o dominar a otro grupo. Si nuestra religión nos lleva a perseguir a aquellos que profesan otra fe, si encarcelamos o golpeamos a personas que son homosexuales, si nuestras tradiciones nos llevan a impedir que las niñas asistan a la escuela, si discriminamos por cuestiones de raza, tribu u origen étnico, entonces los frágiles lazos de la civilización se rasgarán.  El mundo es demasiado pequeño y nosotros estamos muy integrados como para recurrir a aquellas viejas formas de pensamiento.

Con certeza, las tradiciones religiosas pueden honrarse y preservarse mientras se enseña ciencia y matemáticas a los jóvenes, en lugar de intolerancia. Con certeza, podemos mantener nuestras tradiciones únicas mientras les damos a las mujeres su espacio legítimo y pleno en la política y la economía de una nación.  Con certeza, podemos movilizar a nuestras naciones hacia la solidaridad mientras se reconoce el tratamiento igualitario para todas las comunidades; ya sea que se trate de una minoría religiosa en Myanmar, una minoría étnica en Burundi o una minoría racial de los mismos Estados Unidos.  Y con certeza, israelíes y palestinos estarán mucho mejor si los palestinos rechazan la incitación y reconocen la legitimidad de Israel, mientras que Israel reconoce que no puede ocupar y establecerse permanentemente en territorio palestino.  Todos nosotros debemos mejorar como líderes aplacando, en lugar de fomentando, una noción de identidad que nos conduzca a menoscabar a otros.

Tenemos aliados asegurados.  Hemos actuado para proteger a los vulnerables.  Defendimos los derechos humanos y valoramos la vigilancia sobre nuestras propias acciones.  Nuestro poder está comprometido con las instituciones y leyes internacionales.  Cuando cometemos errores, intentamos reconocerlos.  Hemos trabajado para reducir la pobreza, el hambre y la enfermedad más allá de nuestras fronteras, no solamente dentro de nuestro país.

Y me siento orgulloso por eso.  Pero también sé que no podemos hacerlo solos.  Y creo que, si debemos hacer frente a los desafíos de este siglo, todos vamos a tener que hacer más para fortalecer la capacidad internacional.  No podemos eludir la posibilidad de una guerra nuclear a menos que todos nos comprometamos a detener la proliferación de armas nucleares y promovamos un mundo sin ellas.

Cuando Irán acuerda aceptar restricciones sobre su programa nuclear, ayuda a mejorar la seguridad mundial y mejorar la capacidad de Irán para trabajar con otras naciones.  Por otro lado, cuando Corea del Norte prueba una bomba, nos pone a todos en peligro.  Y cualquier país que no cumpla con este acuerdo básico debe enfrentar las consecuencias.  Y aquellas naciones con estas armas, como los Estados Unidos, tienen una responsabilidad única de promover el camino de la reducción de nuestros arsenales y la reafirmación de las normas básicas como el compromiso de nunca más volver a realizar pruebas con ellas.

Nosotros no podemos combatir una enfermedad como el Zika que no reconoce fronteras (los mosquitos no respetan muros) a menos que hagamos permanente la misma urgencia con la que actuamos contra el Ebola fortaleciendo nuestros propios sistemas de salud pública, invirtiendo en remedios y revirtiendo las causas principales de la enfermedad, y ayudando a los países más pobres a desarrollar una infraestructura en salud pública.

Solo podemos eliminar la extrema pobreza si los objetivos de desarrollo sostenible que hemos establecido son más que palabras en un papel. El ingenio humano nos da ahora la capacidad para alimentar a los hambrientos y les da a todos nuestros niños (incluyendo a nuestras niñas) la educación que es la base de las oportunidades en nuestro mundo.  Pero debemos acompañar las palabras con hechos.