Discurso sobre “Una nueva era en las Américas” durante la Cumbre Concordia Américas 2019

Esta traducción se proporciona como una cortesía y únicamente debe considerarse fidedigna la fuente original en inglés.

Departamento de Estado de los Estados Unidos

Declaraciones

Kimberly Breier

Subsecretaria de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental

Bogotá, Colombia

13 de mayo de 2019

Me complace estar con ustedes hoy y ver cuántos líderes empresariales, políticos y de la sociedad civil del hemisferio se han hecho presentes en este importante evento. Felicito a Matt y a los fundadores de Concordia por su éxito en la creación de este importante foro regional. Es aleccionador, y un gran honor para mí, poder hablar justo antes del presidente colombiano Duque. Me he reunido con él varias veces y tuvimos otro importante diálogo previamente esta mañana. Puedo decir que la forma en que lidera Colombia, ante la multiplicidad de desafíos que existen, ha sido sumamente valerosa.

Hoy es la tercera vez que visito Colombia en los últimos seis meses: esto es mucho más que un itinerario de viaje, y demuestra la importancia que el Gobierno de Trump asigna a esta relación bilateral. En estas reiteradas visitas, Estados Unidos ha ampliado la cooperación en materia de comercio, innovación, seguridad, lucha contra el narcotráfico, derechos humanos y democracia en Colombia y, a la vez, ha trabajado para que se reduzca la producción de coca y desarticular a las organizaciones delictivas transnacionales. Colombia es actualmente un modelo para la región; es una democracia sólida, una potencia económica, entrena a las fuerzas policiales y militares de otros países, y es un líder clave en la Alianza del Pacífico y el Grupo de Lima.

Más recientemente, Colombia y Chile contribuyeron a lanzar un nuevo foro de integración regional, llamado Prosur, para promover la transparencia y la prosperidad regional. Esas iniciativas se han producido mientras Colombia soporta el peso de una nefasta crisis humanitaria provocada por el exrégimen de Maduro en Venezuela, y mientras Colombia trabaja para favorecer una paz sostenible tras su guerra con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).

En el contexto de las crisis que enfrentamos —y no deberíamos subestimar la gravedad de la tragedia de Venezuela— creo que hoy es también un momento de oportunidad para el Hemisferio Occidental. La región es una prioridad estratégica para Estados Unidos y creemos que las Américas tienen ahora una oportunidad excepcional de afianzar un futuro de democracia y prosperidad. Por nuestra parte, esto implica un compromiso más profundo de los EE.UU., una mayor inversión de empresas estadounidenses y el afianzamiento de los lazos entre pueblos.

Este grado de semejanza en las perspectivas de nuestros socios regionales y de compromiso de trabajo conjunto para asumir un nuevo enfoque ante los desafíos, es algo notable. En ningún otro lugar del mundo tenemos el privilegio de llevar adelante diplomacia y entablar relaciones comerciales con socios cuyos intereses estén tan estrechamente ligados a los nuestros.

En todo el hemisferio, existe un poderoso movimiento que acerca progresivamente a nuestros países a contextos de libertad y democracia perdurables. Los gobiernos están tomando medidas difíciles, pero importantes, para generar una prosperidad sostenible.

Brasil ha dado pasos audaces para reformar su sistema de pensiones y aliviar las restricciones a los negocios, con el fin de favorecer el crecimiento. En Colombia se han instalado empresas más modernizadas y de talla mundial. Los líderes chilenos han apoyado la competencia y la economía de mercado, y han reducido la pobreza del 36% en el año 2000 a menos del 9% en la actualidad. Ecuador ha dado pasos para eliminar las conflictivas restricciones a la libertad de prensa. Perú está combatiendo la corrupción tras el Compromiso de Lima, firmado en la Cumbre de las Américas de 2018. El Caribe también ha iniciado una nueva etapa; en particular, Bahamas, República Dominicana, Haití, Jamaica y Santa Lucía, para superar graves problemas y apoyar la democracia en Venezuela. Así es cómo se favorece la prosperidad y cómo progresan las democracias: cuando los votantes eligen visiones más audaces y los países actúan para afrontar los desafíos.

Estados Unidos reconoce estas nuevas oportunidades y está profundizando su interacción con el Hemisferio Occidental. El comercio es una cuestión prioritaria; Estados Unidos sigue siendo el principal socio comercial de más de dos tercios de los países del hemisferio y ha invertido más de US$ 1 billón en la región. Doce de los 20 países del mundo con los que tenemos acuerdos de libre comercio están en esta región. Al ser promulgado, el Acuerdo entre Estados Unidos, México y Canadá, posibilitará una mejora en los estándares para todos nuestros trabajadores, agricultores, ganaderos y empresas, y permitirá un crecimiento económico más sólido.

Otra iniciativa que considero sumamente interesante es la Ley BUILD de EE.UU. para modernizar las capacidades estadounidenses de financiamiento del desarrollo, al aportar hasta US$ 60.000 millones a través de la nueva Development Finance Corporation. Emplearemos esta nueva herramienta para impulsar las prioridades en el Hemisferio Occidental y fomentar una mayor inversión de empresas estadounidenses en la región. Acabo de estar en Buenos Aires y tuve la fortuna de participar en la ceremonia de suscripción para el primer acuerdo de la Corporación para Inversiones Privadas en el Extranjero (Overseas Private Investment Corporation, OPIC) en 15 años en Argentina. Esto refleja el compromiso de EE.UU. con la senda tomada por Argentina y nuestra confianza en el futuro de ese país. Estados Unidos también está generando mercados eficientes en términos energéticos en la región, a través de la iniciativa “América Crece”, al orientar el capital privado al crecimiento en las áreas de energía e infraestructura.

También reconocemos que cuando hay brechas educativas, las economías y las democracias no pueden prosperar. Por tal motivo, Estados Unidos reconoce como prioritarias las relaciones entre pueblos, a través de nuestra iniciativa “Fuerza de 100 mil en las Americas” (“100,000 Strong in the Americas”) y la Iniciativa de Jóvenes Líderes de las Américas (Young Leaders of the Americas Initiative), que ayudan a los ciudadanos a favorecer la prosperidad y la innovación en sus hogares y sus comunidades. También estamos impulsando iniciativas de género, que me tocan de cerca, y que empoderan a las mujeres en América Latina: 2x Americas y la Iniciativa para el Desarrollo y la Prosperidad Global de la Mujer (Women’s Global Development and Prosperity).

Esta es la visión en la que creemos para el hemisferio, y que tenemos previsto construir con la colaboración de nuestros vecinos. Consiste en que los gobiernos respeten el Estado de derecho y rindan cuentas a sus ciudadanos; inviertan en su población en vez de llenarse los bolsillos; y favorezcan políticas transparentes y orientadas al mercado, así como inversiones impulsadas por el sector privado. Tenemos inmensas oportunidades de lograr estos objetivos, en un contexto de movimientos por la democratización y contra la corrupción que se expanden a paso firme en todos los países de la región.

Todos conocemos esta cita de la Carta Democrática Interamericana: “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”. Estados Unidos trabaja en forma directa con nuestros socios para hacer realidad esas palabras en todos los rincones de nuestro hemisferio.

Pero hay también actores marginales. Los pueblos de Venezuela, de Cuba y de Nicaragua siguen sufriendo a causa del comportamiento represivo de los regímenes autoritarios que gobiernan esos países.

En Venezuela, la dictadura de Maduro ha destruido a un país y ha generado una crisis humanitaria, política y económica devastadora. Su exregimen, totalmente aislado, se aferra al poder, y su debilidad queda al descubierto cada vez más, a medida que pasan los días. No puede resolver sus problemas de manera legítima, entonces encarcela a sus opositores. Intentar silenciar las voces de la libertad es una estrategia que nunca prevalece en el tiempo. Según el Foro Penal, hay casi 780 presos políticos en Venezuela. El costo de los alimentos que necesita una familia promedio durante un mes es más de 100 veces mayor al salario mínimo. Casi el 90% de los hospitales venezolanos no tienen medicamentos básicos. Los hospitales no pueden usar dispositivos electrónicos indispensables durante los apagones energéticos que afectan a todo el país y que ya son crónicos, y esto ha provocado muertes. Más de 3,7 millones de venezolanos han huido de Venezuela desde 2015, y esta cifra aumenta cada día. Estas son estadísticas devastadoras, por donde se las mire. Y por eso la comunidad internacional debe unirse para poner fin al sufrimiento del pueblo de Venezuela.

Hay 54 países que apoyan los esfuerzos del presidente interino Guaidó y de la Asamblea Nacional, elegida democráticamente, para recuperar su democracia. Estados Unidos mantiene la presión sobre el régimen al sancionar a más de 150 personas y entidades en Venezuela, y hemos aportado casi US$ 260 millones en apoyo a la respuesta humanitaria regional.

Tan solo en Colombia, Estados Unidos ha proporcionado cerca de US$ 130 millones para responder a la afluencia de venezolanos desde 2017. He visto en primera persona los esfuerzos de los gobiernos de la región durante mi visita a Cúcuta en dos ocasiones distintas. He visto de primera mano la tragedia humana y, ante esto, la generosidad del pueblo colombiano. Los países del Grupo de Lima han dado al mundo un ejemplo notable de lo que es posible cuando se unen. Estamos viendo una nueva tendencia en la región, en la que los países del Grupo de Lima intensifican los esfuerzos de la Organización de los Estados Americanos y del Banco Interamericano de Desarrollo, y a esto se suma el pragmatismo de Prosur, y su liderazgo centrado en los resultados. Este nuevo liderazgo regional representa un cambio fundamental para la región, y será una de las cuestiones definitorias de esta época, que pasará a los libros de historia.

En contraste con la nueva realidad de liderazgo en la región, vemos una confrontación con ideas perimidas. En Cuba, el régimen no ha tenido cambios fundamentales y sigue ayudando y encubriendo al régimen de Maduro en Venezuela. Esto es inaceptable para Estados Unidos y para la región. El Gobierno de EE.UU. ha tenido un compromiso inquebrantable de promover la libertad en este hemisferio. Aspiramos a un país estable, próspero y libre para el pueblo cubano. No haremos la vista gorda ante las violaciones constantes y sistémicas a los derechos humanos y la represión que lleva a cabo el régimen comunista cubano contra su propio pueblo, ni vamos a tolerar el apoyo injustificable de Cuba a Maduro en Venezuela.

Por eso, estamos tomando medidas. La decisión histórica del Departamento de Estado, con respecto al Título III de la Ley LIBERTAD, reconoce la realidad de la Cuba de hoy, que no está más próxima a una transición a la democracia de lo que estaba hace más de 20 años. Hemos seguido sumando entidades a la Lista de Entidades Cubanas Restringidas para privar al régimen de fondos destinados a sus servicios de seguridad, y hemos incrementado los esfuerzos para asistir a los actores democráticos, las pequeñas empresas y la conectividad de Internet en la isla.

Las viejas ideas también se manifiestan en el autoritarismo del régimen de Ortega y en el desmantelamiento de la democracia en Nicaragua. La resolución definitiva de la crisis recae en el pueblo nicaragüense, y Estados Unidos apoya enérgicamente los esfuerzos para que haya elecciones anticipadas, libres y justas, y para que se reinstaure la democracia. Para tal fin, hemos sancionado a funcionarios del Gobierno nicaragüense en relación con violaciones de derechos humanos, acciones que socavan la democracia o hechos de corrupción, así como a un emprendimiento conjunto entre la petrolera estatal nicaragüense, Petronic, y PDVSA, BANCORP; y hemos revocado visas a personas implicadas en la represión de manifestantes pacíficos. Instamos a nuestros vecinos a ejercer una presión similar con el fin de exhortar al restablecimiento de la democracia en Nicaragua.

En medio de la confrontación entre las viejas ideas y el nuevo liderazgo regional, creo que China es el gran interrogante estratégico para el hemisferio. El Gobierno estadounidense ha analizado más detenidamente la participación de China en las Américas, debido al interés considerable de EE.UU. China es y seguirá siendo un socio comercial y de inversiones importante para Estados Unidos y para muchos otros países. Consideramos positiva la competencia leal de China; sin embargo, las empresas chinas deben actuar en igualdad de condiciones, observando las normas y respetando los estándares ambientales y laborales.

No obstante, en demasiadas oportunidades China se ha apartado de las mejores prácticas internacionales. Y cuando esto ocurre, la opacidad de sus métodos ha favorecido la corrupción y erosionado la buena gobernanza. Creo que la región ahora está reconociendo que la forma en que actúa China no es compatible con el sistema en la región. En el Hemisferio Occidental, todos los países esperan —y deben exigir— que los proyectos de desarrollo de infraestructura tengan procesos de contratación transparentes, respeten las salvaguardas ambientales y sociales y fomenten el crecimiento inclusivo, en consonancia con los estándares de las instituciones financieras internacionales. Para todos es muy importante que esto se corrija, pues las inversiones en la región –tanto de China como de otros países– tendrán un impacto generacional para nuestros ciudadanos.

Permítanme concluir reiterando mi confianza en esta nueva era en las Américas. Los gobiernos están actuando para erradicar la corrupción y generando sistemas económicos dinámicos. Los socios están dando un paso adelante en apoyo a reformas democráticas. El nuevo liderazgo regional con el Grupo de Lima y Prosur; los extraordinarios cambios en el Mercosur; y la mayor interconectividad con la Alianza del Pacífico ofrecen oportunidades considerables para todos nosotros. Como lo señaló el Secretario Pompeo en Santiago, “las Américas tienen una oportunidad increíble: la posibilidad de consolidar un futuro de democracia, prosperidad y paz para todos los pueblos de este hemisferio. No es un sueño imposible, aunque hace algunos años tal vez no nos habría parecido posible. Hoy todos podemos lograrlo. No está garantizado que ocurra. Queda mucho trabajo por delante. Pero tenemos esta oportunidad colectiva, y podemos aprovecharla o desperdiciarla”.

Sé que no dejaremos pasar esta oportunidad, y ansío trabajar con todos ustedes para crear un Hemisferio Occidental más próspero, seguro y democrático. Muchas gracias.