
Por John Groarke | Director de la misión en Haití de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional
Cada mañana, el vehículo grande y difícil de manejar recorre un sendero accidentado y rocoso que en algunas zonas de Haití es solo una carretera común. Solo mi cinturón de seguridad impida que caiga rodando por el suelo mientras me dirijo a la embajada de Estados Unidos en Puerto Príncipe.
Recién llegado al país, durante mi recorrido veo a diario un pequeño campamento que queda para los haitianos desplazados por el catastrófico terremoto ocurrido en 2010. Estas personas, que viven en tiendas de refugio temporales y entre las que se cuentan niños, aún esperan un nuevo lugar al cual llamar hogar. Recientemente, noté que el campamento se estaba desocupando.
Casi cuatro años después del terremoto, el 89 por ciento del millón y medio de personas internamente desplazadas de Haití han cambiado los campamentos en carpas por opciones de vivienda alternativas. Se ha retirado casi el 75 por ciento de los escombros que dejó el terremoto. La seguridad en todo el país ha mejorado y, como reconocimiento a la importancia del empleo, el gobierno se está dedicando a atraer la inversión extranjera, con la agricultura, el turismo y la industria del vestido como las áreas de crecimiento más prometedoras. Los indicadores de salud están aumentando, con el mejoramiento de las tasas de mortalidad de bebés y niños y un mayor acceso del público a los servicios de salud.
Los donantes internacionales, entre los que se encuentra la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, han aprendido lecciones a lo largo del camino en Haití en términos de lo que podemos hacer mejor.
Mientras el país deja atrás la etapa de las labores de socorro posteriores al terremoto y se concentra ahora en el desarrollo a largo plazo, USAID se está esforzando por desarrollar la capacidad de las organizaciones locales para dirigir y administrar las iniciativas de desarrollo.
Necesariamente, esto implica la creación de instituciones públicas y privadas para que los haitianos puedan dirigir y administrar su propio desarrollo. Por nuestro lado, estamos mejorando la capacidad del Ministerio de Salud para administrar un sistema nacional de atención médica con sus propios recursos humanos y financieros, por lo que ya no dependerá más de los donantes.
De igual manera, hay iniciativas en curso para desarrollar la capacidad financiera y programática de las ONG locales con el fin de que presten servicios y propugnen lo que a menudo proporcionan las organizaciones internacionales. El país también debe promover el estado de derecho, un prerrequisito para la creación de instituciones durables y del crecimiento económico.
El objetivo de cada uno de los directores de las misiones de USAID es ayudar al país anfitrión a llegar algún día a un punto en el que ya no necesite ayuda económica del exterior. Ciertamente, todos los donantes y organizaciones de desarrollo deben ir en pos de este objetivo. En Haití, esto no sucederá de un momento a otro.
Pero cuatro años después del terremoto, Haití sigue siendo una prioridad del gobierno de Estados Unidos por continuar y mejorar nuestras labores de ayuda a los haitianos para que generen las oportunidades y la prosperidad de la que son capaces y que merecen.