Discurso del Secretario de Estado John Kerry sobre el cambio climático

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El Secretario John Kerry pronunció un discurso sobre el cambio climático durante su visita a Jakarta, Indonesia. (Depto. de Estado)

SECRETARIO KERRY: Gracias, Robert. Muchísimas gracias. No sé. Me parece que algunos de ustedes vitoreaban dos veces por la misma universidad. No lo sé. [Risas]. En cualquier caso, parecía venir desde el mismo sitio.

Que placer estar aquí en @America, donde podemos ver las cañerías del sistema de aire acondicionado que pasan por aquí. Me encanta.

El espíritu y el pulso de este lugar son muy especiales y es maravilloso ver aquí a nuestros amigos de Kalimantan y a todos de Sumatra. Muchísimas gracias por estar aquí con nosotros. ¿Me escuchan? ¡Sí! ¡Saluden! [Risas].  Tómense fotos personales, todos lo harán [risas]. Bueno, es realmente un placer estar aquí. Veo muchos iPad en el aire, con sus destellos de luz.

Este momento es especial. Embajador Blake: Le doy las gracias por organizar esto. Gracias a todos por estar hoy aquí. Quiero darle la bienvenida a quienes estén sintonizando desde otro lugar, a quienes estén viendo la transmisión a través de la web, estamos encantados de tenerlos aquí.

Es realmente un placer especial poder regresar de nuevo a Yakarta, a Indonesia, donde ustedes tienen uno de los ecosistemas más ricos de la Tierra. Viven en un país que figura entre los primeros en la clasificación mundial de biodiversidad tanto marina como terrestre, y tienen un ecosistema humano que incluye a unos 300 grupos étnicos, que hablan por los menos en 700 idiomas, es decir, es un lugar extraordinario.

Pero debido al cambio climático, hoy no es un secreto que Indonesia también es uno de los países más vulnerables de la Tierra.

Este año, en mi condición como secretario de Estado, participaré en una serie de encuentros sobre la urgencia de abordar el cambio climático –en particular por las implicaciones de seguridad nacional y las oportunidades económicas. Y quiero que ustedes reflexionen sobre ello. Pero quise comenzar aquí, en Yakarta, porque esta ciudad, este país, esta región, están realmente en las primeras líneas del cambio climático. No es una exageración decir que su modo de vida entero, el que viven y aman, está en peligro. Por tanto, iniciemos una conversación franca sobre esta amenaza y sobre lo que nosotros, como ciudadanos del mundo, tenemos que estar dispuestos a hacer para abordarla.

Hace algún tiempo viajé a Rio de Janeiro (Brasil), otra ciudad dinámica, otra ciudad también rica con su propia rica historia. Allí estaba, sentado en un enorme salón, rodeado de representantes de unos 170 países. Escuchamos a experto tras experto explicar la creciente amenaza del cambio climático y lo que significaría para el mundo, si no actuábamos. El Secretario General de la conferencia era uno de los primeros líderes en el tema del cambio climático, un hombre llamado Maurice Strong, quien nos dijo, y cito textualmente: “Toda evidencia que he visto me persuade de que nos encaminamos a una tragedia”.

Pues bien, amigos, esa conferencia tuvo lugar en 1992. Y es alarmante lo poco que ha realmente cambiado la conversación desde entonces.

Cuando pienso en la amplia gama del clima–en las amenazas globales, piénsenlo: terrorismo, epidemias, pobreza, la proliferación de armas de destrucción nuclear, todos ellos son desafíos que no conocen las fronteras, y la realidad es que el cambio climático se clasifica en los primeros puestos entre estas amenazas. Es un desafío al que me refiero en casi todos los países que visito como secretario de Estado, porque el presidente Obama y yo consideramos que es urgente hacerlo.

El motivo es sencillo: la ciencia del cambio climático se nos presenta como una escena de una película 3D. Nos advierte; nos empuja a actuar. Y que quepa duda alguna en la mente de nadie que la ciencia es absolutamente certera. Es algo que entendemos con absoluta seguridad de la veracidad de esa ciencia. Nadie refuta algunos de los hechos que muestra. Permítanme citar un ejemplo. Cuando una manzana se desgaja del árbol, cae a la tierra. Lo sabemos por las leyes básicas de la física. Nadie refuta ese hecho hoy en día. Es un hecho. Es un hecho científico. La ciencia también nos dice que cuando el agua alcanza una temperatura baja suficiente, se convierte en hielo, y hierve cuando alcanza una temperatura lo suficientemente alta. Nadie lo contradice. La ciencia y el sentido común nos dicen que si uno se acerca y pone la mano en un fogón de cocina caliente, uno ha de quemarse. No puedo imaginar a nadie que también contradiga eso.

Así que cuando miles de los principales científicos del mundo y cinco informes elaborados a lo largo de un extenso periodo de tiempo, a los cuales han contribuido miles de científicos– cuando nos dicen una y otra vez que el clima está cambiando, que está ocurriendo más rápidamente de lo que nunca antes vaticinaron, como nunca antes en la historia, y cuando nos dicen que nosotros los humanos somos la principal causa, les digo una cosa: tenemos que hacerles caso.Cuando el 97 por ciento de los científicos coinciden en algo, debemos escuchar y tenemos que responder.

Pues bien, el 97 por ciento de los científicos del clima han confirmado que el cambio climático está ocurriendo y que la causante es la actividad humana. Estos científicos coinciden en las causas de esos cambios y coinciden en sus posibles efectos. Coinciden en que la emisión de gases de efecto invernadero, como el dióxido de carbono, contribuye sobremanera al cambio climático. Coinciden en que las fuentes de energía de las que hemos dependido durante décadas para alimentar a nuestros vehículos y calentar nuestras casas, o dotar de aire acondicionado a nuestras viviendas, todo lo que nos da electricidad, como por ejemplo el petróleo y el carbón, que todo ello es en gran parte la causa de la emisión a la atmósfera de los gases de efecto invernadero. Y los científicos coinciden también en que las emisiones procedentes de la deforestación y de la agricultura pueden también enviar enorme cantidad de contaminación de carbono a la atmósfera.Y coinciden en que, si seguimos por el mismo camino, el mundo tal cual lo conocemos cambiará drásticamente, para lo peor.

Así que sabemos que esto está sucediendo, y lo sabemos con la misma certeza con que sabemos que cuando tocamos un fogón caliente nos vamos a quemar. De hecho, no se trata de una ecuación complicada. Me acuerdo que cuando estaba en la escuela secundaria y en la universidad, algunos aspectos de la ciencia y la física pueden ser difíciles – la química. Pero esto no es difícil. Esto es sencillo. Niños de edad muy temprana pueden entender esto.

Traten de imaginarse una capa muy delgada de gases, de un cuarto de pulgada o de media pulgada aproximadamente; pues ése es el grosor. Está en nuestra atmósfera. Esta allí arriba en el borde de la atmósfera. Y sabemos que durante millones de años, literalmente millones de años, esa capa ha funcionado como una manta térmica para el planeta – atrapando el calor del Sol y calentando la superficie de la Tierra hasta la temperatura ideal, en la que pueda haber vida. La temperatura media de la Tierra ha sido de alrededor 14 grados centígrados, lo cual mantiene a la vida. La vida en la Tierra existe debido al así denominado efecto de gas invernadero. Pero en tiempos modernos, a medida que los seres humanos han comenzado a emitir gases a la atmósfera que se generan de todas las actividades que hacemos, esa manta térmica se ha hecho más gruesa y atrapa más y más calor en su interior, haciendo subir la temperatura del planeta. Es el denominado efecto de gas invernadero porque funciona exactamente como el invernadero en el que se cultivan los frutos que se comen aquí.

Esto es lo que está provocando el cambio climático. Es una enorme ironía que la misma capa de gases que ha hecho posible la vida en la Tierra desde sus comienzos ahora facilita la amenaza más grande que el planeta jamás haya visto.

Y los resultados de la actividad humana son claros. Si se clasifican todos los años en la historia registrada por temperatura media, se puede ver que ocho de los diez años más cálidos se han producido en los últimos diez años. Piénsenlo de esta manera: los 10 años más cálidos han ocurrido desde que apareció Google en 1998.

Pues bien, así de rápido se está produciendo el cambio. Y dado que la Tierra cada vez más se calienta a una velocidad alarmante, los glaciares en lugares como el Ártico se están derritiendo en el mar a velocidades más rápidas de lo esperábamos. Y el nivel mar está subiendo —lentamente, pero sube— y alcanzará niveles peligrosos. Los científicos ahora vaticinan que para finales de este siglo el nivel del mar podría subir hasta un metro entero.

Ahora bien, entiendo que para algunas personas un metro no significa mucho, pero les digo lo siguiente: ese metro es suficiente para que la mitad de Yakarta quede bajo el agua. Apenas un metro puede desplazar a cientos de millones de personas en todo el mundo y amenazar miles de millones de dólares en actividad económica. Pondría en peligro a los países. Pondría a incontables –por ejemplo, a nivel local – pondría en peligro a innumerables viviendas, escuelas y parques, a ciudades enteras.Además, el cambio climático también significa trágicamente el fin de algunas especies. El cambio en la temperatura del mar y la creciente acidez —la acidez proviene de las centrales eléctricas alimentadas por carbón y de la contaminación, y cuando cae la lluvia arrastra la acidez al océano. Y esto significa que algunas especies de peces como el bacalao o la sardina no puedan vivir donde antes vivían.

Esto es devastador para la pesca en todo el mundo. Y los científicos prevén que la pesca figurará entre los sectores que más sufrirán. Piensen solamente en los pescadores que venden lo que han pescado en Pasar Ikan. Piensen en ello. Hay estudios que dicen que el sector de la pesca en Indonesia podría llegar a perder hasta el 40 por ciento de lo que actualmente captura; de modo que un pescador que generalmente vende cien pescados en un día de repente dispondría de unos 60 para la venta. El impacto es obvio.

El cambio climático también significa escasez de agua. Y si hay enorme escasez de agua, entonces es que hay un cambio en el clima, y dados los fenómenos climáticos, habrá sequía y falta de agua. Y las sequías se harán más prolongadas e intensas. De hecho, eso no es algo que esté a punto de pasar, sino que ya está ocurriendo ahora.

En este momento se están produciendo sequías sin precedentes, y ya amenazan los recursos hídricos en todo el mundo. Ya hemos visto en varios lugares del mundo, por ejemplo en África, donde la gente se pelea por el agua, y hemos visto más conflictos en gestación a causa de los límites del consumo de agua. En Estados Unidos, el presidente Obama visitó California hace poco, donde millones de personas padecen el décimo tercer mes de la peor sequía que el estado haya visto en 500 años. Y no hay alivio a la vista. Lo que solía ser un fenómeno de cada 100 años, o de 500 años, se repite ahora cada 10 años.

Además, el cambio climático supone transformaciones fundamentales en la agricultura mundial. Los científicos prevén que, en algunos lugares, las olas de calor y la escasez de agua dificultarán la tarea de los agricultores a la hora de cosechar los productos que habitualmente cultivamos, como por ejemplo el trigo, el maíz o el arroz. Evidentemente, no solo serán los agricultores quienes lo padezcan, sino también los millones de personas que dependen de los cultivos que cosechan los agricultores. Por ejemplo, investigaciones del gobierno británico revelan que el cambio climático puede haber contribuido a la hambruna que mató a casi 100.000 personas en Somalia en 2010 y 2011.

Y los científicos también vaticinan que el cambio climático supondrá temporadas del monzón más extensas e impredecibles y fenómenos climáticos más extremos. Ahora bien, no puedo indicar —ningún meteorólogo de la tele lo haría, ni nadie podrá decirles que una tormenta en particular fue sin duda el resultado del cambio climático. Pero los científicos sí prevén que se producirán muchas más de estas desastrosas tormentas si seguimos en el camino actual.

Damas y caballeros, vi con mis propios ojos lo que Filipinas padeció a causa del tifón Haiyan y les aseguro que sería absolutamente devastador si ese tipo de tormenta se convirtiera en algo normal y se produjera todos los años en lugares distintos.

Además del atroz costo humanitario, el costo económico de una tormenta como esa es algo absolutamente masivo. No me refiero solo a los miles de millones de dólares que cuesta la reconstrucción. Hemos visto aquí en Asia cómo fenómenos climáticos extremos pueden perjudicar el comercio mundial. Por ejemplo, tras las graves inundaciones de 2011 el precio mundial de los discos duros externos de las computadoras aumentó en más del 10 por ciento. ¿Por qué? Pues porque las zonas de producción electrónica en los alrededores de Bangkok quedaron inutilizadas, interrumpidas por el clima. Por tanto, no se trata solamente de la agricultura, sino también de la tecnología. Se trata de nuestra economía global. Se trata de los efectos posiblemente catastróficos de la cadena global de suministro.

Ahora bien, a pesar de todas estas realidades –a pesar de estos hechos– gran parte del mundo todavía no ve, o no quiere ver la necesidad de aplicar una respuesta significativa a esta amenaza. Tan recientemente como en 2011 una encuesta de autoridades municipales aquí en Asia reveló que más del 80 por ciento de la población decía que no anticipaba que el cambio climático fuera a perjudicar la economía de sus ciudades.

Y a pesar de los más de 25 años de advertencias científicas tras advertencias científicas tras advertencias científicas –a pesar de todo ello, el llamado a las armas que escuchamos en Rio en 1992, a pesar de ello, todavía no hemos convocado la urgencia global para abordar el problema. Y como consecuencia de esta autocomplacencia, el año pasado la cantidad de dióxido de carbono en nuestra atmósfera llegó a su punto más alto en la historia humana, a pesar de todas las advertencias.

Ahora bien, sé que estos son datos científicos drásticos, son estadísticas. Pero considérenlos de esta manera: si el peor caso hipotético sobre el cambio climático, las peores predicciones, si alguna vez llegaran a materializarse, de qué modo perjudicaría el haber tomado la decisión de responder a ello. En realidad, lo que haríamos es dejar más limpio el aire. Podríamos dejar más limpia el agua. Podría hacer más seguras nuestras reservas alimentarias. Nuestras poblaciones gozarían de mejor salud debido a que habría menos partículas contaminando el aire—menos costos para la atención de la salud. Estas son las cosas que ocurrirían si nos equivocáramos y respondiéramos. Pero si el 97 por ciento de los científicos están en lo correcto y la gente que dice que no está equivocada, entonces la gente que dice que no nos habrá presentado una de las amenazas más catastrófica y graves de la historia humana. Esa es la opción de la que estamos hablando.

Sin tener en cuenta las difíciles opciones que afrontamos, todavía hay algo bueno: todavía tenemos tiempo. Todavía tenemos tiempo para afrontar esta amenaza. Pero el plazo se va cerrando. Y por eso quise venir a Yakarta para hablar con ustedes, porque necesitamos que todos los pueblos del mundo eleven su voz y se hagan escuchar. Todavía hay tiempo para reducir de manera importante los gases de efecto invernadero y evitar que las peores consecuencias del cambio climático se produzcan. Pero para ello tenemos que comenzar a movilizarnos, y tenemos que movilizarnos juntos. Sencillamente tenemos tiempo para permitir que unos pocos intereses que gritan secuestren la conversación sobre el clima. Y ya saben a qué me refiero cuando digo esto. Me refiero a las grandes compañías a las que les gusta la manera en que están las cosas y no quieren cambios, y que invierten montones de dinero para que ustedes, y yo, y todos, dejen de hacer lo que sabemos que se tiene que hacer.

Ante todo, no podemos permitir que una ínfima minoría de científicos de pacotilla e ideólogos extremistas compitan con los datos científicos. Tampoco podemos permitirles un lugar a quienes piensan que los costos de hacer lo correcto superan los beneficios. Hay gente que dice: “Uy, esto es muy caro, no podemos hacerlo”. No, no, amigos. Con toda certeza no podemos permitir para nada perder el tiempo con quienes quieren quedarse sentados para debatir a quién le corresponde afrontar esta amenaza, mientras nos acercamos más y más al punto decisivo.

Les aseguro que no se trata de una diferencia de opinión normal entre personas. A veces uno puede debatir de modo razonable y con coincidir con la opinión de otro. Pero esto no trata de opiniones, sino de hechos. Se trata de ciencia. La ciencia es inequívoca. Y quienes se niegan a creer en ello lo que hacen es enterrar la cabeza en la arena.

Ahora bien, el presidente y yo –Obama y yo creemos muy profundamente que no tenemos tiempo de convocar otra reunión de la Sociedad de la Tierra Plana. Uno de los argumentos que hemos escuchado es que va a ser demasiado caro afrontar el cambio climático; pero esa aseveración no podría estar menos cimentada en los hechos. De hecho, es exactamente lo opuesto. Los analistas serios entienden que los costos de no hacer nada superan con mucho los costos de invertir en soluciones ahora mismo. No se necesita tener una titulación en Economía o una maestría en Administración de Empresas para entender que el costo de una inundación, el costo de la sequía, el costo de la hambruna, el costo de la atención de la salud, el costo de resolver este desafío es mucho menor que el costo de no hacer nada. Basta con fijarse en el análisis más reciente del Banco Mundial que calcula que para el año 2050 las pérdidas –discúlpenme un segundo—las pérdidas por los daños por las inundaciones en los puertos del Asia – los puertos pesqueros, los puertos navieros—solo las pérdidas en esos puertos podría superar el billón de dólares anualmente, a menos que hagamos cambios importantes a la infraestructura de esos puertos.

Por último, si realmente queremos evitar las peores consecuencias de que ocurra el cambio climático, no tenemos tiempo de debatir sobre quién cae la responsabilidad. La respuesta es bastante sencilla: es responsabilidad de todos. Ahora bien, es cierto, algunos países –y lo diré muy claramente, algunos países, entre ellos Estados Unidos, contribuyen más al problema y por tanto tenemos la obligación de contribuir más a la solución. Estoy de acuerdo con esto. Pero, en última instancia, todos los países de la Tierra tienen la responsabilidad de poner de su parte si es que tenemos la esperanza de dejar a nuestras futuras generaciones un planeta seguro y saludable que se merecen.Ustedes tienen un dicho, me parece, aquí en Indonesia, que dice “Luka di kaki, sakit seluruh badan”. [Risas].

Yo – para quienes no hablan tan bien como yo – [risas] – eso quiere decir: “Cuando a uno le duele el pie todo el cuerpo lo siente”. Pues bien, en este mundo interconectado en el que vivimos, el hecho es que las dificultades en cualquier lugar realmente se sienten en todas partes. Todos lo vemos, lo compartimos. Y cuando una poderosa tormenta destroza un pueblo del sudeste asiático, y luego otro y luego otro; cuando las cosechas que antaño se cultivaban en abundancia dejan de rendir ganancias para los agricultores de América del Sur; cuando comunidades enteras se ven obligadas a reasentarse en otro lugar porque han subido las mareas —eso está ocurriendo— no es solamente un país o ni siquiera una región la que siente el dolor.

En la economía globalizada de hoy, todos lo sienten.Y cuando se piensa en ello, esa conexión al cambio climático en realidad no debería tratarse de modo diferente al modo en que nos enfrentamos a otras amenazas globales.Piense en el terrorismo. No decidimos controlar solamente la seguridad de los aeropuertos en un país y dejar que los otros relajen sus normas y no inspeccionen los equipajes a bordo. No, está claro que esto no nos proporcionaría más seguridad.

O piense en la proliferación de armas de destrucción masiva. Si Estados Unidos asegura su arsenal nuclear mientras que otros países no logran evitar que los suyos caigan en manos de terroristas no estaríamos más salvos. Todos tenemos que abordar este desafío juntos, por lo que juntos estamos enfocados en Irán y su programa nuclear o centrados en Corea del Norte y la amenaza que suponen.La conclusión es la siguiente: ocurre lo mismo con el cambio climático. Y en cierto sentido, el cambio climático puede ser considerado en la actualidad otra arma de destrucción masiva, tal vez la más temible arma de destrucción masiva del mundo.

Ahora bien, he mencionado antes, hace unos minutos, que en diciembre pasado fui a Tacloban (Filipinas), poco tiempo después del tifón Haiyan. Tengo que decirles: He visto muchos lugares en guerra y después de haber pasado por guerras y lugares que han sido destruidos, pero en mi vida, no creo jamás haber visto una devastación similar. Vimos automóviles y viviendas y vidas completamente al revés, árboles esparcidos como palillos por las laderas de las montañas. Y lo más devastador de todo, con tanta rapidez, que la tormenta le robó la vida a más de 5.000 personas – mujeres y niños que nunca la vieron venir.

El hecho es que si no se controla el cambio climático, eliminará muchas más comunidades de la faz de la tierra. Y eso es inaceptable en cualquier circunstancia – pero es aún más inaceptable porque sabemos lo que podemos hacer y tenemos que hacer con el fin de hacer frente a este desafío.

Es hora de que el mundo aborde este problema por medio de la cooperación, con urgencia y con el compromiso que un desafío de esta magnitud amerita. Es absolutamente cierto que los países industrializados -sí, los países industrializados que producen la mayor parte de las emisiones- tienen la enorme responsabilidad de poder reducir las emisiones, pero lo que estoy diciendo no quiere decir que otros países tengan un pase gratuito. Estos no tienen derecho a realizar y repetir los errores del pasado. No es suficiente para un país o incluso para unos pocos países reducir sus emisiones cuando otros países siguen contaminando la atmósfera con carbono como mejor les parezca. A fin de cuentas, las emisiones procedentes de cualquier parte del mundo amenazan el futuro de la gente en todas partes del mundo, porque esas emisiones suben y bajan con el viento y caen con la lluvia y el clima, y seguir adelante y dan vueltas y vueltas y nos amenazan a todos.

Ahora bien, como ya he admitido, soy el primero en reconocer la responsabilidad que Estados Unidos tiene, porque hemos contribuido a este problema. Somos uno de la serie -somos el segundo emisor de gases de efecto invernadero. El primero es ahora China. El hecho es que reconozco la responsabilidad que tenemos para eliminar los malos hábitos que tenemos, que adoptamos, francamente, antes de que entendiéramos las consecuencias. Nadie se propuso hacer que esto sucediera. Esta es la consecuencia de la revolución industrial y la transformación del mundo, y muchos de los avances que hemos hecho que han cambiado el mundo para mejor surgieron de estos pasos. Sin embargo, ahora que sabemos las consecuencias correspondientes vinculadas a estas acciones.

El presidente Obama ha encarado este desafío y lo ha tomado como cuestión de ética. En los últimos cinco años, Estados Unidos ha hecho más para reducir la amenaza del cambio climático -a nivel nacional y con la ayuda de nuestros socios internacionales- que en los 20 años antes de que el presidente Obama asumiera el cargo.Gracias al Plan de Acción Climática del presidente Obama, Estados Unidos está en camino de cumplir con los compromisos internacionales de reducir seriamente las emisiones de gases de efecto invernadero para el año 2020, y ello porque recortamos directamente las mayores fuentes de contaminación. Atacamos las emisiones provenientes del transporte -autos, camiones, ferrocarriles, etc…- y de las fuentes de energía, que representan en conjunto más del 60 por ciento de los gases de efecto invernadero peligrosos que liberamos.

El presidente ha puesto en vigor normas para duplicar la eficiencia de consumo de combustible de los vehículos a motor en las carreteras estadounidenses. Y también nos hemos propuesto reducir la contaminación de carbono de nuevas plantas de energía, y se están preparando reglamentos similares para limitar la contaminación de carbono procedente de las centrales que ya están en marcha y funcionando.

Al mismo tiempo, los estadounidenses realmente han duplicado la cantidad de energía que producimos a partir de energía eólica, solar y geotérmica, y somos más inteligentes en cuanto a la forma en la que utilizamos la energía en nuestros hogares y en nuestras empresas. Una enorme cantidad de contaminación de carbono proviene de los edificios, y es importante tener en cuenta la iluminación en función de las emisiones de los edificios, el aire acondicionado, todo este tipo de cosas, que pueden contribuir a llegar a una solución apropiada. Como resultado, hoy en día, en Estados Unidos, emitimos menos de lo que lo hemos hecho en dos décadas.

También estamos prestando asistencia a asociados internacionales como Indonesia. Este año la Corporación del Desafío del Milenio puso en marcha el programa de 332 millones de dólares “Prosperidad Verde” para ayudar a enfrentar la deforestación y apoyar la innovación y la energía limpia en todo el país. También hemos desarrollado lo que hemos llamado cambios de “deuda por naturaleza”, donde perdonamos parte de la deuda; y hemos perdonado parte de la deuda a Indonesia a cambio de que se hagan inversiones en la conservación de los bosques en Sumatra y Kalimantan.

Pero Estados Unidos, en realidad, así como hablé de hechos científicos al principio, esto es un hecho, Estados Unidos no puede resolver este problema o pagar la factura solo. Incluso si cada uno de los estadounidenses se montara en una bicicleta mañana y compartiera su auto en lugar de utilizar autobuses para ir a la escuela o viajar en auto particular o conducir, o montara su bicicleta para ir al trabajo, o empleara solo energía solar para abastecer sus hogares, y si cada uno de nosotros, cada estadounidense, plantáramos una docena de árboles, si eliminamos todas nuestras emisiones internas de gases de efecto invernadero, ¿qué creen? Todo eso incluso sería insuficiente para contrarrestar la contaminación de carbono procedente del resto del mundo. Porque hoy en día, incluso si solo una o dos economías descuidan su respuesta a esta amenaza, se puede deshacer, eliminar, todo el buen trabajo que el resto del mundo haya hecho. Cuando digo que necesitamos una solución global, quiero decir que necesitamos una solución global.

Es por ello que Estados Unidos está dispuesto a tomar la iniciativa de llevar a otros países a la mesa. Y esto es algo con lo que el presidente Obama está profundamente comprometido. Y como Secretario de Estado, me he comprometido personalmente a garantizar que este trabajo esté en el centro de todos nuestros esfuerzos diplomáticos. Esta semana voy a emitir instrucciones para todos los jefes de misión en las embajadas estadounidenses de todo el mundo para hacer del cambio climático una prioridad principal y utilizar todas las herramientas de la diplomacia que tienen a su disposición con el fin de ayudar a hacer frente a esta amenaza.

Ahora bien, acabo de llegar aquí hoy, llegué anoche de China, donde me reuní con líderes de su gobierno y dialogamos en profundidad sobre nuestra cooperación, nuestra colaboración en este asunto del cambio climático. Los chinos ven de primera mano todos los días lo peligrosa que puede ser la contaminación. Hace poco leí que una niña de 8 años de edad fue diagnosticada con cáncer de pulmón debido a toda la contaminación del aire que inhalaba. Ocho años de edad. Y la devastadora pérdida de vidas humanas debida a la contaminación viene con un precio muy alto: La contaminación del aire ya le cuesta a China un 8 por ciento de su PIB debido a que dos cosas ocurren como resultado de la contaminación: el gasto sanitario aumenta y la producción agrícola disminuye.

Ahora me complace decirles que los líderes de China están de acuerdo en que es hora de seguir un camino más limpio en adelante. Y China está tomando medidas, y ya hemos dado pasos importantes juntos por medio del Grupo de Trabajo de Cambio Climático entre Estados Unidos y China que iniciamos en Pekín el año pasado.

Ayer mismo anunciamos un nuevo acuerdo sobre una mejor política de diálogo que incluye el intercambio de información y políticas para poder ayudar a desarrollar planes para hacer frente a la negociación sobre cambio climático de la ONU que tendrá lugar en París el próximo año, para planificar límites a las emisiones de gases de efecto invernadero posteriormente al año 2020. Estos planes son un insumo clave en las negociaciones de las Naciones Unidas para el desarrollo de un nuevo acuerdo sobre el clima global, y tenemos la esperanza de que esta asociación única entre China y Estados Unidos pueda ayudar a establecer un ejemplo para los líderes del mundo y de la seriedad que merece a nivel global.Ahora bien, no nos engañemos: esto es un verdadero progreso. Estados Unidos y China son las dos economías más grandes del mundo. Somos dos de los mayores consumidores de energía, y somos dos de los mayores emisores de gases de efecto invernadero – juntos representamos aproximadamente el 40 por ciento de las emisiones mundiales.

Pero esto no afecta sólo a China y a Estados Unidos. Se trata de que todos los países en la Tierra hagan todo lo posible para buscar fuentes de energía más limpias y más sanas. Y se trata de que todos nosotros literalmente nos hagamos cargo de esta dolencia, para que todos suframos un poco menos.

Ahora bien, esto va a exigir que continuemos las negociaciones de la ONU y, en definitiva que finalicemos un ambicioso acuerdo mundial en París el próximo año. Y los países deben también intentar lograr acuerdos bilaterales más pequeños, asociaciones público-privadas, iniciativas nacionales independientes; lo que sea. No hay nada que les impida a cualquiera de ustedes ayudar a impulsar algo aquí, a fijarse en las cosas que cualquiera puede hacer en Indonesia. Es hora de que reconozcamos que las decisiones que el mundo tome en los meses y años venideros afectarán directa y sustancialmente a nuestra calidad de vida para las generaciones venideras.

Ahora bien, les digo, veo aquí un público joven. Todos ustedes son los líderes del futuro. Y de lo que estamos hablando es de la clase de mundo que les vamos a dejar. Sé que algunas de las cosas que estoy diciendo aquí hoy parecen terriblemente enormes, y algunas de ellas pueden incluso parecer que estén fuera de su alcance; pero tengo que decir que no es así. Una persona en un lugar puede marcar una diferencia; al hablar de cómo gestionan un edificio, de la forma en que se pone calefacción en una escuela, qué tipo de cosas se reciclan, el transporte que se utiliza. ¿Qué es lo que no se hace? Creo que lo que no se oye suficientemente en la actualidad, por desgracia, y me he lo he guardado para el final, porque quiero que os vayáis de aquí sintiendo que sí, que podéis hacer algo, es que tenemos muchísimas oportunidades. Y ello por la noticia más importante de todas: que el cambio climático no es sólo un desafío. No es sólo una carga. También presenta una de las mayores oportunidades económicas de todos los tiempos.

El mercado mundial de energía es el futuro. La solución al cambio climático es la política energética. Y este mercado está a punto de ser el mercado más grande que el mundo haya conocido. Entre ahora y 2035, la inversión en el sector energético se espera que llegue a casi 17 billones de dólares. Más que todo el PIB de China e India combinado.

La gran tecnología -muchos de ustedes tienen sus teléfonos inteligentes o sus iPad, etcétera…, que tenemos hoy aquí- toda esta tecnología que utilizamos tanto hoy era un mercado de un billón de dólares en la década de 1990 con 1.000 millones de usuarios. El mercado de la energía es un mercado de seis billones de dólares hoy, 6.000 millones de usuarios, y que quizá aumente hasta los 9.000 millones de usuarios en los próximos 20, 30, o 40 años. La solución al cambio climático es tan evidente como el problema. La solución es tomar las decisiones correctas sobre la política energética. Es así de sencillo. Y con unas cuantas decisiones inteligentes podemos asegurar que la energía limpia sea la inversión más atractiva del sector energético mundial.

Para ello, los gobiernos y las instituciones financieras internacionales deben dejar de proporcionar incentivos al uso de fuentes de energía como el carbón y el petróleo. En su lugar, tenemos que hacer que la tecnología energética que los empresarios están desarrollando en todo el mundo sea la más innovadora; incluso aquí en Indonesia, donde empresas innovadoras como Sky Energy están construyendo proyectos de energía solar y baterías de almacenaje que pueden ayudar a suministrar energía a pueblos enteros.

Y tenemos que invertir en nuevas tecnologías que nos ayuden a llevar fuentes de energía renovables como la solar, la eólica, la energía hidráulica, no sólo a las comunidades donde los recursos son abundantes, sino a todas las comunidades y a todos los países en todos los continentes.

Soy muy consciente de que estas no son decisiones fáciles de tomar para ningún país. Ya lo sé. He estado en la política bastante tiempo. Conozco las dificultades y las distintas fuerzas políticas. El carbón y el petróleo son actualmente formas baratas para suministrar energía a la sociedad, al menos a corto plazo. Pero insto a los gobiernos a medir el costo total del uso del carbón y el petróleo, a medir los efectos de lo que sucederá a medida que avancemos. Sencillamente no se pueden tener en cuenta los costos inmediatos de las necesidades energéticas. Hay que tener en cuenta el costo a largo plazo de la contaminación de carbono. Y hay que tener en cuenta el coste de la supervivencia. Y si lo hacen, los gobiernos se darán cuenta de que el costo de intentar fomentar la energía limpia ahora es mucho más barato que pagar por las consecuencias del cambio climático más tarde.

No nos equivoquemos: la tecnología existe. Nada de esto supera nuestra capacidad.Confío totalmente en que si nos decidimos, podremos afrontar este reto. Recuerden: nosotros somos —nosotros, todos nosotros, el mundo— los que ayudamos a descubrir cosas como la penicilina y a erradicar la viruela. Encontramos la manera de iluminar la noche a través de un interruptor y de difundir esa tecnología a más de tres cuartas partes del mundo. Inventamos una manera en que las personas pudieran desplazarse por el aire, de un lugar a otro, entre ciudades y océanos, y hacia el espacio exterior. Y hemos podido poner toda la riqueza del conocimiento humano en un solo dispositivo que podemos sujetar en la mano y que realiza todos los cálculos de una máquina que antaño ocupaba una sala entera casi del mismo tamaño de la sala en la que estamos hoy.

El ingenio humano ha demostrado desde hace tiempo su capacidad para resolver problemas aparentemente insuperables. No es la falta de habilidad lo que es un problema. Es la falta de voluntad política lo que se interpone en nuestro camino. Y al haber sido alguien que se presentó para un cargo electo, les voy a decir que cuando se escucha a la gente, cuando las personas dejan en claro lo que quieren y lo que creen que necesitan, es cuando la gente en la política responde.

Hoy hago un llamado a todos ustedes en Indonesia y ciudadanos preocupados de todo el mundo para que exijan la resolución necesaria por parte de sus líderes. Hablen. Hagan del cambio climático un tema que ningún funcionario público pueda ignorar un día más. Hagan que una transición hacia la energía limpia sea el único plan que están dispuestos a aceptar.

Y si nos unimos ahora, podemos no sólo hacer frente al desafío, podemos crear puestos de trabajo y crecimiento económico en todos los rincones del planeta. Podemos limpiar el aire, podemos mejorar la salud de las personas, podemos tener mayor seguridad, podemos hacer que nuestros vecindarios sean lugares más sanos en los que vivir, podemos ayudar a asegurar que los agricultores y los pescadores todavía puedan ganarse la vida de manera sostenible y alimentar a nuestras comunidades; y podemos evitar conflictos e incluso guerras enteras a causa del petróleo, el agua y otros recursos limitados. Podemos hacer valer la responsabilidad moral que todos tenemos de dejarle a las generaciones futuras un planeta limpio y sano y sostenible para el futuro.

Estados Unidos está dispuesto a trabajar con ustedes en este esfuerzo; con Indonesia y con el resto del mundo, todos encaminados en la misma dirección, podemos hacer frente a este desafío, el mayor reto de nuestra generación, y podemos crear el futuro del que sueña todo el mundo.

Muchas gracias por permitirme estar con todos ustedes. Gracias.